Más de 40 hectáreas de naturaleza, como si se tratara de un sueño floral, ubicadas en medio del lago Constanza
En el corazón del lago Constanza, en la frontera entre Alemania, Austria y Suiza, se encuentra Mainau, conocida como la isla de las flores. Un paraíso botánico de unas 45 hectáreas ideal para los apasionados de la naturaleza, la jardinería y las flores con colores más vivos. Muchos de los árboles que allí habitan superan los 150 años, destacando especialmente las secuoyas gigantes. A ellas se suma un millón de tulipanes, rosas perfumadas y preciosas dalias que florecen en el parque y los jardines. Las palmeras y los cítricos dan un toque especial con la llegada del verano a la isla.
Origen e historia
Su historia se remonta al siglo XIX, cuando el Gran Duque Federico I de Baden adquirió la isla y comenzó a convertirla en un exuberante jardín botánico. Sin embargo, fue su nieta, la princesa María de Baden, quien realmente transformó Mainau en el paraíso floral que es actualmente. Durante su tiempo como regente, la princesa dedicó su vida a la isla, plantando una increíble variedad de flores y árboles y construyendo jardines de ensueño que aún enamoran a los visitantes.
Jardines únicos
Uno de los lugares más increíbles es el Rosengarten, conocido como Jardín de Rosas, donde miles de rosas en flor crean un espectáculo digno de fotografiar. Los amantes de las rosas se volverán locos con la variedad de colores y aromas que llenan el aire. Otros de los atractivos de Mainau es la Casa de las Palmas con su colección de 1200 orquídeas, así como el llamado camino Metasequoia, con más de 50 especímenes que nacieron de esquejes de la planta original. Hoy en día bordean de manera impresionante el camino de visitantes hacia el mariposario y aportan sombra en días de calor.
Las flores son, sin duda, objeto de miles de miradas y de momentos especiales compartidos por quienes las contemplan. Concretamente en primavera, las dalias se convierten en un colorido mar de flores. A finales del verano, superan los 12000 ejemplares, transformando la vertiente sur de Mainau. Junto a ellas se pueden admirar numerosos narcisos, amapolas islandesas, ‘nomeolvides’ y varios tipos de tulipanes.
Asimismo, el arboreto, que en latín significa ‘lugar con árboles’, no sólo es un paisaje inigualable, sino que también forma el corazón de la isla. Reúne alrededor de 250 especies, incluidas variedades raras y antiguas. En 1827, el príncipe Nikolaus Esterhazy plantó el primer árbol extranjero, un tulipán. Más tarde, en el año 1864, el gran duque Federico I de Baden puso en práctica esta pasión arbórea e hizo plantar en el altiplano de la isla una serie de árboles procedentes de casi todos los continentes, sentando así las bases del actual arboreto.
¡Recuerda! Durante el recorrido por esta maravilla de la naturaleza no puede faltar una visita al mariposario, el más grande de Alemania, donde mil mariposas exóticas retozan y aportan a la experiencia una magia única.
Monumentos arquitectónicos
La riqueza arquitectónica también protagoniza la ruta por Mainau. El castillo teutónico terminado a mediados del 1700 es hoy en día un palacio. Tiene un diseño barroco y se construyó con tres alas, alrededor del patio principal, y cuenta con un jardín cercano. Un punto fuerte de visita para los viajeros que quieren descubrir al completo la isla.
La iglesia del castillo de St. Marien es otro de los hitos arquitectónicos de la época barroca y está muy cerca de palmeras de hasta 15 metros de altura. ¡Increíble! Destaca igualmente la Rosaleda Italiana, creada en el año 1871 bajo el reinado del Gran Duque Federico I y un claro guiño a los jardines italianos.
Cuándo y cómo visitar Mainau
Puedes visitar la isla de Mainau en todas las estaciones: primavera, verano, otoño e invierno. Se puede disfrutar de ella los 365 días del año. ¡Y no sólo eso! La isla de las flores ofrece también durante todo el año un variado programa de eventos y actividades para toda la familia.
Lo ideal es que reserves los tickets en su página web y te informes de otras ciudades que puedes visitar durante el viaje, desde la propia Constanza hasta Lindau, en Baviera.