Burdeos

Burdeos: 5 bodegas de la ciudad del vino

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Los imanes de mi nevera

La ciudad de Burdeos, ubicada en el suroeste de Francia, rebosa encanto en todas sus esquinas. Desde un casco antiguo repleto de tesoros arquitectónicos a las bodegas donde brota el vino que ha hecho mundialmente conocida a esta tierra. Si eres un winelover de pura cepa, coge papel y boli porque en este artículo vamos a ir directamente al grano. Recorremos algunas de las bodegas o château imprescindibles en la ruta por las vides de Burdeos.

En esta urbe francesa -con más de 240.000 habitantes- el viñedo es tan extenso que cuenta con seis rutas del vino: Médoc, Sauternes y Graves, Saint-Emilion Blaye y Bourg, Burdeos y Entre-deux-Mers. La sexta es la ciudad de Burdeos, puerta de entrada del viñedo.

Estas cinco bodegas está repartidas por varios de los recorridos y abren sus puertas a saborear algunos de los vinos franceses más reconocidos por sumilleres y amantes del vino.

Château Siran

Château Siran y sus viñedos han pertenecido a la misma familia durante más de 160 años. Sus 25 hectáreas, ubicadas en la denominación Margaux, ofrecen vinos de gran calidad. Entre ellos destaca especialmente el que lleva el nombre de la propia bodega, Château Siran, y que se elabora con variedades de uva clásicas en Francia: Cabernet Sauvignon, Merlot, Petit Verdot y Cabernet Franc.

La bodega, además, ofrece visitas guiadas por sus instalaciones para ahondar en los orígenes de su historia, adentrando al visitante en un terruño único y descubriendo el arte de hacer vino. Incluye un recorrido por más de 300 piezas de arte y arqueología sobre el vino, conocer la antigua sala de tinas de madera, la visita a la bodega de crianza, disfrutar de la terraza con vistas panorámicas y la degustación de tres vinos.

Château Pape Clément

Aunque las visitas guiadas no son en español, merece la pena conocer esta finca productora de vino que pertenece a la AOC Pessac-Léognan de Graves, una de las rutas vitivinícolas más famosas.

Debe su nombre al Papa Clemente V, quien fue propietario en el siglo XIV, cuando aún se llamaba Bertrand de Goth. Tiene más de 90 hectáreas de extensión y, aunque sus primeras cosechas datan de 1252, realmente fue Bertrand de Goth quien puso el château en marcha.

La bodega propone, actualmente, una serie de visitas técnicas e históricas para dar a conocer al aficionado y, por supuesto, al winelover más experimentado, los entresijos de la producción. El recorrido incluye una selecta degustación de sus vinos.

The Naked Vigneron

Amanda y David dirigen este viñedo orgánico, en el corazón de Burdeos, con una extensión de 11 hectáreas donde producen vino con DOC. En el año 2010 decidieron cambiar su vida radicalmente y trasladarse, junto a sus pequeños, desde Yorkshire Dales (Reino Unido) hasta la ciudad francesa Así cumplieron su sueño de convertirse en enólogos y poner en marcha la bodega.

El viñedo forma parte de una finca aún más grande, concretamente de 38 hectáreas, donde producen heno orgánico, productos frescos y ofrecen un refugio natural para sus visitantes.

De hecho, dentro de sus programa de actividades, además de degustaciones y almuerzos, incluyen la oportunidad de vivir un picnic junto a su estanque o eventos personalizados.

Château de Malle

El Château de Malle está clasificado con el título de monumento histórico por el gobierno francés. En realidad se trata de un castillo, construido en el siglo XVII, rodeado por un impresionante jardín botánico y una bodega. Se sitúa en el corazón de Sauternes y posee increíbles jardines por los que pasear y diversas terrazas de inspiración florentina y bellas estatuas. 

Cuenta con 50 hectáreas de viñedos situados entre las comunas de Preignac, Fargues y Toulenne y siempre ha pertenecido a la misma familia, los Condes Lur-Saluces. En su amplia variedad de vinos se encuentran desde blancos hasta dulces. Destacan Sauternes (Grand Cru Classé) o Château de Cardaillan Graves.

Château La Louvière

La producción de esta bodega forma parte de la denominación Pessac-Léognan de Burdeos. El castillo se encuentra en el municipio de Léognan y la historia de sus viñedos se remonta a siete siglos atrás. Los registros muestran que el vino ya se elaboraba aquí en 1310, pero su crecimiento ha pasado de mano de en mano, desde los monjes cartujos hasta André Lurton. Este se convirtió en su propietario en 1965 hasta su fallecimiento en 2019. En la actualidad se considera unos de los crus bordeleses más famosos de Francia.

Son cerca de 50 hectáreas de viñedos que lindan con los castillos Carbonnieux y Haut-Bailly y que producen vino blanco, una mezcla de Sauvignon Blanc y Sémillon (seco, fresco, elegante y afrutado) y vino tinto, elaborado con Cabernet Sauvignon y Merlot (fuerte, firme y aromático). Los vinos se elaboran de forma tradicional aunque cuentan con equipos de última generación para mejorar su proceso.

Quienes quieran conocer de cerca esta maravillosa bodega pueden hacerlo gracias a las visitas organizadas por el propio château, donde se realizan degustaciones y se pueden adquirir los vinos preferidos con comodidad.

Curiosidades sobre los vinos de Burdeos

🍷 ¿Sabías que en la época de la filoxera, que asoló primero los viñedos de Burdeos, los bodegueros de la zona importaban vino de La Rioja para embotellarlo y venderlo con la marca Burdeos? En aquellos años no existían las denominaciones de origen ni restricciones en ese sentido y el vino español de esa zona era muy similar a este, por su aroma y sabor en boca.

🍷 La Cité du Vin o Ciudad del Vino de Burdeos abrió sus puertas allá por 2016 y, apenas un año después, se coló en el séptimo lugar del listado de los diez mejores museos del mundo. El recorrido por sus 19 salas permite conocer absolutamente todo sobre el vino, desde su historia hasta las variedades de uva, los métodos de producción, los tipos de vino, la crianza o la cata, entre otros muchos aspectos. 

🍷 La estrella de la pastelería bordelesa es, sin duda, el cannelé o canelé. Y según la tradición, este proviene del proceso de clarificación del vino, el producto estrella de Burdeos. Los bodegueros del Quai des Chartrons regalaban las yemas sobrantes del proceso de clarificación -en el que se emplea el huevo- a las monjas del convento de los Annociades, quienes idearon, en el siglo XVI, este dulce.

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